En el año 2019, en el marco del proyecto expositivo “Imaginando Compostela”, que el Consorcio de Santiago promovió vinculado al Xacobeo 2021, se exhibieron dos muestras en la Casa del Cabildo, “A paisaxe e a súa pegada I” e “A paisaxe e a súa pegada II”. En estas exposiciones se recogía la visión de ocho fotógrafos sobre el paisaje ligado a Compostela como meta y al Camino de Santiago: Alberte Peiteavel, Andrea Costas, Denís Estévez, Eva Díez, Javier Teniente, Sheila Pazos, Tino Viz y Xoán Soler.
La comisaria de estas exposiciones, Mercedes Rozas, reúne ahora en un libro todas esas fotografías, bajo el título A paisaxe e a súa pegada, una coedición del Consorcio de Santiago y Teófilo Ediciones. La publicación ya está disponible en las librerías y se presentará al público en cuanto la situación sanitaria lo permita.
La autora explica que “con una atenta mirada, llena de contrastes y simbología, los artistas de esta publicación se apropian en sus creaciones del potencial del Camino de Santiago a través del contexto vital que los rodea”. “En sus intervenciones los fotógrafos no se detienen únicamente en la parte más descriptiva de la imagen, sino que acercan el rumbo creativo de la fotografía con recursos expresivos, enfoques y fusión de técnicas que hacen visible lo invisible. Los relatos fotográficos rastrean la atemporalidad de la luz sobre el horizonte, la fragilidad de una flor o el latido del silencio en un bosque, destacan la belleza y potencia de la piedra en Compostela, fabulan con entera libertad con el paisaje, levantan utopías con el propio cuerpo o dibujan mapas con las nubes. Así, ideando escenarios mágicos que vulneran las leyes del tiempo, los protagonistas de A paisaxe e a súa pegada urden y mienten mundos poéticos personales, delicados y muy imaginativos” -señala-.
Las miradas de los fotógrafos, ocho miradas diferentes
Tal como indica la autora, los ocho fotógrafos participantes en este proyecto “descubren en sus obras distintas formas de encarar el trabajo fotográfico. La realidad es el punto de partida, pero a partir de ahí cada uno aborda con su cámara estrategias diferentes, buscando ese punto de inflexión que les permita cruzar la línea del imaginario a través del mundo del sueño, el misterio o la alegoría”.
Andrea Costas juega con la dualidad entre la realidad y la ficción desde la representación de su propio cuerpo. Engarza el valor de la leche materna con el símbolo de la Vía Láctea, con el significado que este tiene para los caminantes a Compostela, y que adquiere en su obra un papel alegórico. La fotógrafa convierte el espacio de representación en un autorretrato.
En la obra de Eva Díez hay una constante que se repite en todas sus series: la presencia del silencio. El silencio como ausencia, como soledad absoluta, incluso como algo de misterio. Casas vacías iluminadas en la noche, parajes perdidos en un mar sin horizonte, nubes que se alejan como reflejo del camino…
Denís Estévez se adentra en el compostelano Parque de la Selva Negra, buscando un diálogo con la naturaleza. Busca el silencio de la noche, la calma y la serenidad del bosque para atrapar la magia del momento. El proyecto se aborda desde la supuesta mirada de una persona invidente que sueña con una luz en medio de las tinieblas.
En las obras de Sheila Pazos la ciudad se esconde entre la niebla y el abismo del mar más profundo, mientras el bosque se camufla sobre un lustroso sombrero. Muestra un lugar amable en el que se traza un relato fantástico, irreal y consigue “mentir” muy bien la verdad. Mete el público en el ambiente flotando entre edificios o volando entre nubes.
Alberte Peiteavel hace de la luz y la sombra espacios habitables en los que desaparecen los perfiles de los viajeros en busca del horizonte. Estas imágenes captadas en Fisterra son de un lirismo acariciado, sutil y sensible, rastreado durante horas y horas en una batida tenaz de la fotografía perfecta.
Xoán Soler suele representar la realidad que vive día a día como fotoperiodista de La Voz esencia y poesía de la ciudad. Las imágenes fijan el relato en el límite incluso de la belleza, en el justo momento que seducen como un hechizo.
Javier Teniente se detiene con su cámara ante “el mundo nacido cada día” del camino más próximo. Una flor, un árbol, el cielo dibujado, una casa perdida en la nada, la desembocadura de un río…, un caudal de imágenes que existen en la intimidad y sosiego de la frágil melancolía.
Tino Viz fotografía las “marcas de propiedad” que se conservan en las casas de Santiago de Compostela y que son un hecho único. Entre los siglos XVI y XVII, las entidades que dominaban el ámbito inmobiliario de la época, fundamentalmente las eclesiásticas, dejaron como signo y prestigio su señal por toda la ciudad.