“Picheleir@s” es una exposición del Consorcio de Santiago que recoge la mayoría de oficios y profesiones que tuvieron protagonismo en la ciudad desde la Edad Media hasta la actualidad. Se exhibe a través de unas banderolas colgadas de 30 edificios del casco histórico compostelano. Cada banderola muestra a un personaje real, con un oficio particular, y se sitúan en la fachada de los edificios en los que vivieron o trabajaron. Además, se está preparando un libro en coedición con la editorial “Positivas”, que se presentará en los próximos días y en donde se detalla cada uno de estos oficios y la vida de estos personajes.
La exposición se inauguró esta mañana en la zona vieja, con la asistencia del alcalde de Santiago, Agustín Hernández; la concejala de Cultura, María Antón; y la comisaria de la exposición, Mercedes Pintos. Juntos hicieron un recorrido por varios de los edificios de los que penden estas banderolas, con el fin de conocer la historia que esconden. Se sitúan en calles y plazas como las del Toural, Bautizados, Raíña, Praterías, A Quintana o Vía Sacra, entre otras. La muestra permanecerá hasta el mes de octubre.
En las banderolas aparece el nombre del personaje, su oficio y la fecha referenciada en la documentación que existe de cada uno. Se completan con un dibujo de los personajes, realizado por el ilustrador gallego Xulio Gayoso, y una frase explicativa de quiénes eran y en qué consistía su trabajo. El diseño de las banderolas es de Libertad Ramírez.
Picheleiros es el nombre que reciben los compostelanos, en alusión a los artesanos que hacían los picheles, recipientes usados sobre todo para extraer el vino de los barriles, y otros utensilios de cocina, todos ellos de estaño. Junto a ilustres arquitectos y escultores, a lo largo de la historia existieron miles de personas anónimas que con su esfuerzo silencioso lograron que la ciudad de Santiago sea hoy Patrimonio de la Humanidad. Con esta iniciativa se busca recuperar a esas generaciones de picheleiros que fueron tejiendo la red urbana.
Desde el Consorcio se escogió una pequeña muestra representativa de hombres y mujeres con oficios humildes, la mayoría de ellos ya desaparecidos, que contribuyeron a conformar Compostela. En la mayoría de los casos el emplazamiento es aproximado porque muchas casas cayeron, construyéndose en el solar otras más grandes y de estilo diferente.
Albergueros, donantes, hornero, cambiadores de monedas, pregoneros, cuidadores de caños, cereros, hostieros, lecheras… y picheleros
El primer personaje al que se le dedica esta exposición está referenciado en el año 1226; es el conchero Fernando Estévanez, que tenía una tienda abierta en la calle de los Concheiros, por la que pagaba morabetino y medio a la Catedral. En la misma época el alberguero Pedro Miguélez hospedaba a peregrinos y visitantes, a los que “no les faltaban buenos jergones, lienzos limpios, cobertores abrigosos y un bocado gratis”. Por su parte, el hornero Juan Pérez “acatando ordenanzas, tenía que hacer buen pan sin defraudar, salado y limpio por un numo, según el peso dado por el Concello”.
Hubo un tiempo en el que los donantes tuvieron un papel importante. En torno a 1314 la monja Juana Estévez donó al convento de Belvís “todos los bienes que tenía en el Bierzo, tomando los hábitos junto a mi hija, al tiempo que mi marido y mi hijo profesaban en Bonaval”. Y unos años más tarde Mariña Fernández de Tudela donó un terreno “en la llosa de don Xiao para fundar el hospital de Santa Cristina a cargo de las hermanas de la Orden Tercera de San Francisco”.
La bordadora Catalina de Pomares, referenciada en el año 1602, bordó con su marido para la capilla de la Corticela de la Catedral “unas andas con seis varas de terciopelo carmesí a cuatro ducados y oro de Milán”. Hacia 1629, el entallador Francisco de Antas hacía, además de retablos, mesas de billar “para la distracción de los grandes señores”.
A mediados del siglo XVII el platero Matías Vieites do Casal fue elegido procurador general de Santiago por 800 votos del pueblo y el Concello no quiso reconocerlo por ser el primer artesano que alcanzaba este cargo. Por otro lado, a finales del XIX tuvo lugar una de las primeras huelgas que se recuerda en la ciudad, la del gremio de los zapateros, que luchaban “contra el patrón y los zapatos de pacotilla de los comercios”.
La historia más reciente se sitúa en el año 1981 y corresponde a la maestra Celia Rodríguez, conocida como La Manca, que, además de enseñar a los niños, “cobijaba a los pequeños en un embrollo de mantas cuando sus madres se iban a trabajar”.
La muestra recoge oficios tan singulares como los cuidadores de caños, que se encargaban de reparar y mantener en buen estado los caños que conducían el agua. También están representados los carniceros, cambiadores de monedas, pregoneros de las ordenanzas municipales, canónigos, notarios, pedreros, azabacheros, cereros, doctores, coheteros, vendedores de lino, periodistas, grabadores, archiveros, hostieros, gaiteros, lecheras y, por supuesto, los picheleros.