El Consorcio de Santiago y Teófilo Edicións acaban de publicar Compostela 1780-1907: una aproximación a la ciudad decimonónica, de Andrés Rosende Valdés, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Santiago. El alcalde de Santiago, Ángel Currás, presentó la publicación en el Museo de las Peregrinaciones y de Santiago. El libro recoge la historia urbana de Compostela a lo largo del siglo XIX.
Después de la publicación de su estudio titulado Una historia urbana. Compostela 1595-1780, Andrés Rosende aborda en este nuevo trabajo la red viaria y sus transformaciones en el ámbito del casco histórico. Se acerca al proceso de monumentalización que experimentó la ciudad en esta época, así como a la reconstrucción de la arquitectura residencial. También repara en el fenómeno de la higiene y la seguridad. Se trata de un estudio inédito y necesario que permite conocer a fondo la transformación de la ciudad decimonónica.
La importancia de sus calles
A lo largo de 367 páginas el autor trata aspectos como el proceso de urbanización de la ciudad, destacando algunos proyectos que nunca llegaron a realizarse. Se centra en su singular edificación e incluso en la arquitectura de ocio, a través de espacios tan característicos como los teatros, los cafés y los casinos. Se detiene en los estilos de las calles y de sus fachadas. Y ahonda en los usos que durante estos años se le dio a la calle. Todo esto se ilustra con fotografías históricas y actuales, dibujos y planos de los edificios y calles más emblemáticas de la ciudad.
“La investigación se centra en la trama urbana porque, entre las señales de identidad de una ciudad, la calle ocupa un lugar de primer orden, hasta el punto de que se responsabiliza de configurar su armazón, de establecer su esqueleto. Se podría decir que toda ciudad tiene su origen en la calle. Y con su estudio podemos reconstruir la propia historia de la ciudad” -manifiesta el historiador-.
En 1750 Santiago tiene más del doble de habitantes que la Coruña y seis veces más que Vigo
Hacia 1750 en Santiago la población rondaba los 16.000 habitantes, más del doble que la de A Coruña y más de seis veces que la de Vigo. La expansión demográfica estaba relacionada a la buena situación económica del mundo rural, que permitió el flujo de un mayor número de rentas a la ciudad. Esto se tradujo en una gran actividad constructiva. La burguesía orientada al Comercio y a la banca será la que se encargue de orientar los cambios que experimente la urbe en el siglo XIX.
En la ciudad decimonónica se altera la idea de monumento. En los inicios del Nuevo siglo se observa un cambio de comportamiento. En pocos años la capacidad económica de la Iglesia se vino abajo. Las nuevas construcciones se dirigen desde el ámbito privado y también desde la Administración Central, en el primer caso buscando la ostentación individual y en el segundo tratando de reforzar determinados ámbitos de la política social como el educativo o el asistencial. Además, con el incremento de la población se renueva la arquitectura residencial, que contribuyó en gran medida a configurar el paisaje urbano actual.
Una ciudad más higiénica, transitable, mejor construida y más divertida
El XIX fue para Santiago un tiempo de progreso. Entre otros aspectos, el autor destaca que fue el siglo del ferrocarril, en el que Compostela fue pionera en Galicia. Pero también del alumbrado público, de la higienización, del acondicionamiento viario y de la democratización monumental.
Durante estos años se solventaron infinidad de carencias y Compostela consiguió ser una ciudad más higiénica, puesto que se generalizó la red de sumideros, se creó una regulación de desagües y se llevó a cabo la canalización de las aguas pluviales. Se hizo más transitable gracias a la rectificación del trazado y a la mejora del empedrado; y más desahogada debido a la retirada de voladizos de todo tipo y a la supresión de soportales. Según el historiador, se avanzó en una ciudad “mejor construida”, ya que se reemplazó a la “anárquica, débil y destartalada” arquitectura residencial; y más monumental, al generalizarse el uso de la piedra.
Rosende hace hincapié en que surge la iluminación nocturna y también una ciudad más entretenida y mejor relacionada a través del teatro, el casino, los cafés y las asociaciones de carácter profesional o recreativo. Una ciudad más hermosa; más dinámica, gracias a la mejora de las comunicaciones, a una vida estudiantil más agitada política e intelectualmente y, en general, más próspera y mejor legislada.